Comencé a buscar personalidades taurinas entre profesiones que tuvieran mucha relación con la materia y la belleza. En este signo regido por Venus donde la Luna se encuentra exaltada, las cuestiones referidas a la belleza, el confort, la comodidad y los placeres están muy presentes. El Elemento Tierra lo hace concreto y realista y su modalidad fija le permite “acumular” a su alrededor objetos, personas y momentos. Si bien en este signo se pueden encontrar desde chefs y sommeliers hasta actores, diseñadores y modelos, decidí centrar la búsqueda entre pintores. Recordé entonces a Joan Miró y con el vinieron a mi memoria varias situaciones de mi historia. Mis cuatro abuelos españoles, las canciones de la Guerra Civil que me cantaban, la relación tan naturalizada entre la vida y la muerte y el eje Tauro/Escorpio que comparto con este genial artista.
Cuando uno piensa en España y sus corridas de toros, inmediatamente asocia a ese país con Tauro aunque su signo solar es Sagitario. Y es así, estas dos energías estuvieron siempre muy presentes en la historia de este país. En la vida de Joan Miró, también.
Nació en Barcelona el 20 de abril de 1893, y si bien comenzó a dibujar a los siete años, sus padres jamás aprobaron la vocación de su hijo. Su madre era hija de un ebanista y su padre un orfebre relojero que trataba de cubrir sus orígenes humildes. Era un hombre estricto que “cultivaba modales” y que tenía un sentido práctico de la vida. Desconociendo el talento de su hijo lo descalificaría siempre diciéndole: “Todo lo que tienes me lo debes a mí.”

Saturno y la relación con el padre.
Saturno, que en la Carta Natal simboliza entre otros rasgos la relación de la persona con la autoridad, en este caso está muy aspectado, es decir, se encuentra en relación con varios planetas.
El Saturno de Miró y su Casa IV están en el signo de Libra donde este planeta se encuentra exaltado. Esta característica en general define una relación con el padre que debe marcar cierta “perfección.” Por otro lado, Saturno está en oposición a su Mercurio en Aries con lo cual podemos imaginar lo filosas que serían esas discusiones. Este matiz se amplifica aún más con Saturno haciendo trígono con Marte en Géminis. Pero, lo que seguramente generaba su sufrimiento es el quincuncio, “la piedra en el zapato” entre su Saturno y la conjunción de su Sol/Júpiter en la Casa X. Este rasgo, más allá de las discusiones ponía en tela de juicio su propia autoridad.
Siendo ya anciano, el artista aún recordaría con ira las interminables discusiones con su padre que lo matriculó a la fuerza en la Escuela de Comercio y lo obligó a trabajar como contable en una droguería. Estas actividades que lo hacían profundamente infeliz, terminan agotándolo, cae en una depresión y se enferma de fiebre tifoidea.
“Permanecí todo un mes en cama, guardando absoluto reposo, sin apenas comer ni beber. Recuerdo nítidamente que frente a mi cama había un San Juan con un cordero y yo me pasaba el día cocinando el animalito y engulléndomelo.”
Vemos aquí una manifestación de su Sol en Tauro que no pierde el buen humor y busca “gratificarse” aunque sea imaginariamente.
La enfermedad fue un hito fundamental en su dedicación al arte. El temor a perder a su único hijo varón convenció al padre para aceptar su vocación y financiar sus estudios.


“La familia se opuso a mi vocación artística. Los tres años en la droguería fueron tres años de presidio hasta que me impuse y lo mandé todo a paseo. En la familia lo aceptaron como un mal inevitable. Esta oposición en mis principios lo he considerado de gran importancia: remar contra corriente ha fortificado mis bíceps. Entonces tenía 18 años, fui a la Academia Galí que me estimuló. Ya estaba decidida mi carrera.”
Aquí vemos en toda su dimensión la famosa “terquedad” de Tauro que se debe por un lado a la fijeza del Elemento Tierra y por otro al valor y la lealtad de la palabra y las convicciones.
Su madre, previendo que el niño jamás se ganará la vida, redactará un testamento que le garantice, al menos, una sólida herencia.
“Mi madre era una mujer extraordinaria y muy inteligente. Cuando las visitas le preguntaban por mí, se echaba a llorar. Pero más tarde cuando vio que yo seguía un camino bien definido, se interesó vivamente por mi trabajo”
La Academia Galí proponía una educación artística integral donde además de aprender dibujo y pintura se discutía sobre la obra de Van Gogh, Cézanne, Gauguin. Se proponía pasar por las manos los objetos ampliando así la experiencia sensorial para traducirla luego visualmente. Se hacían excursiones al campo que no eran para tomar apuntes o esbozos, sino para pasear, hacer música y leer poesía. Todo ello era muy pertinente a su energía taurina.
Miró se peleaba con las proporciones y la perspectiva, cada avance técnico le costaba auténtico sudor. El suyo era un talento táctil, intuitivo, que encajaba mal en el corsé academicista. Necesitaba tocar los objetos que pintaba para comprenderlos. Le interesaba mucho más que su mera superficie. Leía sobre Cubismo y se enamoró de la pintora Lola Anglada, que lo rechazó con sorna.
A esa altura, el viaje de iniciación a París resultaba casi obligado. Su Saturno vuelve a marcar su tiempo. Miró tiene en ese momento veintisiete años, lo cual indica la finalización del primer ciclo de este planeta y con ello, el abandono del mundo familiar para entrar de lleno a la vida, con un nuevo perfil social.
Baja del tren en la Gare d’Orsay, con su aire de pueblerino endomingado y su extrema timidez y lleva un recado que marcara otro hito en su historia.
La profunda amistad Miró/Picasso.
Todo empezó con un bollo típico de las islas Baleares. Las madres de los artistas, María Picasso y Dolores Ferrà eran amigas. Cuando Joan decide viajar María le manda por su intermedio este dulce favorito de Pablo. Miró hace muchas visitas a su estudio hasta encontrarlo y para ese momento el regalo había perdido toda su gracia. Picasso asombrado por la educación del muchacho le pregunta: “¿Pero hombre, por qué no se ha comido usted la ensaimada?.”
Pablo Picasso había cumplido ya los 38, su carrera había despegado y llevaba 16 años instalado en Paris. Era extrovertido y dueño de una personalidad avasallante.
Miró, doce años menor, tímido e introvertido, acabó siendo su protegido. Picasso lo trató como si fuera un hermano menor. Le enseñó su taller, lo presentó a los artistas y le abrió todas las puertas.
Aquí se daba la mano con total fuerza el eje Tauro/Escorpio ya que sus Soles se encontraban en oposición prácticamente exacta y sus Lunas eran complementarias en los signos de Géminis y Sagitario. Pero lo que seguramente para Miró marcó la diferencia era la posición del Saturno de Picasso haciendo conjunción con su Sol y su Júpiter en su Casa X. Esto significaba estar bajo la protección de un “nuevo padre.”
Las personalidades Tauro/Escorpio valoran la seguridad y la satisfacción de sus necesidades y deseos y, si bien por eso, coinciden en ser posesivos y celosos, lo manifiestan en diferentes ámbitos. Tauro en el mundo material, Escorpio en el emocional. La personalidad taurina sabe que el desafío de relacionarse con Escorpio es grande porque está en juego la cuestión del poder.



Años después, Miró recordaría esos tiempos diciendo:
«Al principio Picasso era por naturaleza reservado conmigo, pero después de haber visto mi trabajo, muy efusivo. Pasamos muchas horas de conversación en su estudio y finalmente me dijo… ‘Después de mí, eres tú el único que ha abierto una nueva puerta’.»
Pero este vínculo iba a tomar con el tiempo una fuerza que los uniría mucho más allá del arte. El aspecto humano fue siempre capital entre ellos y el mismo compromiso político, social y cultual los acompañó siempre.
Miró rendiría homenaje a esta amistad con su obra Mujer, pájaro, estrella. La había comenzado en 1966 y siete años después, el día en que Picasso muere, la termina, la firma, la fecha y aclara que se trata de un homenaje a su amigo.
París y su obra
Su vida comienza a transcurrir entre París, donde pasa los inviernos, y Tarragona donde pasa los meses de verano. Pero en París Miró sigue siendo un pez fuera del agua.
Su pintura, cada vez más osada y onírica, le abre las puertas del círculo surrealista, pero sus silencios incomodan a todo el mundo. Miró no habla, pero absorbe todo lo que ve y lo que oye. El aluvión de estímulos le provoca un momentáneo bloqueo creativo y concibe la idea de “asesinar la pintura” desechando todo tipo de clichés y convenciones.
Abandona momentáneamente la pintura, experimenta con el collage y realiza objetos con elementos naturales. Estos fueron sus primeros pasos en la escultura y en su experimentación con todo tipo de materiales y técnicas: cerámica, bronce, piedra, obra gráfica y tapiz.
Miró participa en las movidas surrealistas, pero finalmente todo aquello acaba pareciéndole banal y sus discusiones, triviales pérdidas de tiempo. No le inspiran los discursos ni los manifiestos sino la belleza de las pequeñas cosas. Una piedra, un puñado de tierra, una hormiga, una concha, una madera arrastrada por la marea son infinitamente más inspiradores que cualquier discurso o teoría. Esta afinidad con el mundo material y tan taurino, tuvo sus comienzos en la infancia vivida en Tarragona y Mallorca. Su niñez y juventud con su abuela materna en medio de los paisajes que marcarán su conexión con la tierra, la luz y el cielo.
Así concibe La Masía, pintada en 1921 en su primer regreso de París. Miró la consideró una obra clave en su carrera.
«Tardé casi un año en acabarla; y no por ninguna dificultad de trabajo manual. La causa de tanta lentitud era que aquello que veía experimentaba una metamorfosis. Realicé la obra de manera absolutamente realista: todo lo que aparece en el cuadro estaba allí. Estaba absolutamente convencido de que realizaba un cuadro importante, en el que intentaba resumir el mundo que me rodeaba.»
A lo largo de los años, Miró trabajará sin descanso, con regularidad, disciplina y extrema sencillez. Su dedicación es casi monacal. Su estudio está impoluto, sus colores y pinceles se alinean con maniática precisión. Hace ejercicio a diario, asiste a clases de baile, cuida su aspecto y respeta todos los convencionalismos.
Es un hombre metódico y convencional.
Autoexigente, bucea en su interior para encontrar nuevos caminos expresivos. La revolución que él intenta gestar exige paciencia, trabajo y dedicación.
A sus 36 años, después de mantener algunos vínculos con mujeres de fuerte personalidad, se casa con su prima Pilar Juncosa. Se instalan en París y un año después nace en Barcelona su única hija, María Dolores.
Miró define a Pilar como “una esposa afable y casera, libre de todo intelectualismo. Mi esposa, es una compañera ideal para mí. Sin ella, yo sería un huérfano perdido en este mundo. Fuera de mi trabajo, no tengo ninguna noción sobre otras cosas y de cómo es necesario organizarse. Ella es mi ángel de la guarda.”
Como vemos, para Tauro no hay mucha distancia entre la seguridad emocional y la material. Pilar es una canceriana nata que le da a Miró todo el sentido de “familia y protección” que el necesita. Por otro lado, en la sinastría entre ambos la Luna en Libra de Pilar, hace conjunción con el Saturno de su esposo. Un “perfecto” matrimonio, que de hecho duró toda la vida.



Posición política.
En 1936 estalla la Guerra Civil Española y Miró, que es un conocido catalanista y republicano se exilia con su familia en Francia hasta 1940. Si bien es enemigo de las confrontaciones, expresa su cólera a través de su obra. Su marte en Géminis se expresará entonces a través de sus manos y su palabra. Realiza “Mujer desnuda subiendo una escalera.”
Y en el afiche para recaudar fondos de ayuda a los republicanos, a la imagen impactante le suma el texto:
“En la lucha actual veo del lado de los fascistas a las fuerzas que el tiempo se ha encargado de superar; del otro lado, al pueblo cuyo potencial creativo le da tal impulso a España, que dejará admirado al mundo entero.”
En 1939 afectado por la victoria del General Franco y el estallido de la Segunda Guerra, decide trasladarse con su mujer y su hija a Normandía, alquilando una casa donde la presencia de un hospital les hizo pensar que estarían al abrigo de las bombas. Su deseo de escapar a la realidad lo llevaría a refugiarse en la noche, la música y las estrellas inaugurando la serie Constelaciones. Seguramente una manifestación de su Casa XII en Cáncer.
Pero hasta allí llegan los bombardeos. Recién en 1942, Miró pudo regresar a Cataluña y volvería a sacar su furia en las 50 litografías pobladas por sanguinarios y grotescos monstruos.
El exilio interior y sus firmes convicciones.
Bajo mucha presión, por conocerse su filiación republicana tomó la decisión de regresar a España para huir de la amenaza nazi.
Con su capacidad para refugiarse en su propio mundo vive en la isla durante los últimos 27 años de su vida.
En 1956, se traslada a su nuevo estudio diseñado por Josep Lluís Sert. En el taller-vivienda, reúne por primera vez la totalidad de su producción, lo que le ofrece la posibilidad de revisar y redefinir directamente, toda su obra.
Durante toda la dictadura de Franco (1939-1975), se niega a participar representando a su país en las bienales de San Pablo y Venecia. Rechaza exponer en el Museo de Arte Moderno de Madrid, participa en el encierro del Monasterio de Montserrat protestando por la condena a muerte a militantes del ETA.
Cuando Franco muere, Miró le dedica su obra en el espectáculo Mori el Merma. Una obra de marionetas donde Merma es la representación de todos los dictadores del siglo XX. Miró lo diseña como un tirano vulgar y sangriento que encarna la corrupción y el despotismo.
Con su Medio cielo en Aries, jamás dejó de innovar.
Con 81 años, exigió que la mitad de una gran antológica celebrada en París recogiera obra nueva, elaborada en parte con cartones roídos, telas quemadas y materia orgánica.
En su larga trayectoria de 90 años dejo un importante legado: la Fundación Joan Miró en Barcelona, centro cultural y artístico para difundir las nuevas tendencias del arte contemporáneo que se constituyó con un gran fondo de obras donadas por el autor. Sus obras se encuentran también en la Fundación Pilar i Joan Miró, el Museo Reina Sofía, el Espacio Miró, el Centro Pompidou, el MOMA y la Fundación Mas Miró, en Montroig, dónde pasó la mayoría de sus veranos.
